Rosa, Micaela y Mayra habita(ro)n la Universidad Nacional de Río Cuarto desde diversos lugares, pero con similares compromisos y convicciones, esos que surgen del sentimiento de pertenecer a un colectivo y saber que se estudia no solo para obtener un título profesional. Con el actual contexto político y social del país, defender las universidades públicas se vuelve imprescindible, pero ¿cuáles son las formas con las que se puede resistir a una batalla que empieza en el plano cultural y empapa de odio todos los discursos?
Las universidades nacionales comenzaron el año en un marco de inestabilidad e incertidumbre luego de que el Gobierno nacional decidiera aplicar un fuerte recorte en el gasto público desde el día de su asunción.
Según los datos aportados por Tesorería General de la Nación, en el primer trimestre del año las instituciones educativas recibieron $490.171,9 millones frente a los $174.765,6 millones que se les otorgó en el mismo período de 2023. Esto implica un incremento del 180,5%, algo que sigue dejando a las casas de altos estudios al límite del colapso si se tiene en cuenta que en marzo la inflación interanual se ubicó en el 287,9%.
Desde que Javier Milei asumió la presidencia se podía anticipar la situación que hoy atraviesa a todas las universidades del país, no solo por la promesa de motosierra que hizo durante la campaña, sino por su explícito rechazo hacia lo público.
Las universidades están desfinanciadas y son atacadas con acusaciones de adoctrinamiento y cuestionamientos constantes sobre su carácter público y gratuito.
Esta serie de hostigamientos llevó a que más de un millón de personas de distintos puntos del país marcharan el pasado 23 de abril en defensa de la educación pública. En Río Cuarto, más de 12 mil personas participaron del reclamo.
Mayra Flores, estudiante avanzada de Comunicación Social en la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC), consejera departamental de la carrera y Consejera Directiva de la Facultad de Ciencias Humanas por la SAL, entiende que la marcha estuvo impulsada por el movimiento estudiantil, aquel que vuelve a manifestarse cada vez que algún gobierno atenta contra la educación, pero que aún no está “fogoneado” o “reactivo” como lo estuvo, por ejemplo, en 2018 cuando se tomaron las universidades en respuesta al ajuste presupuestario aplicado por la administración de Mauricio Macri.
“Hoy hay una fuerte crisis cultural, social, en la que está ganando un discurso que se está llevando puesto el conocimiento sobre el derecho de los estudiantes. El derecho a la educación, a la salud, todo lo que estaba socialmente entendido se está poniendo en juego. Y eso genera la crisis social y cultural, que no nos está dando la posibilidad de militar todos juntos una universidad con los derechos que nos merecemos y tenemos garantizados”, dice.
Para Micaela Montiel, graduada de la UNRC de la carrera de Abogacía y participante activa de la toma de la universidad en el 2018, aquella época y la actualidad “tienen cierto paralelismo, pero de forma inversa”.
Al repasar su participación en la medida de fuerza habla de un clima de época, marcado principalmente por la lucha de los feminismos y, particularmente, por el debate sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) y el reclamo por una reforma judicial feminista.
“Recordemos que las mujeres en un 8M fueron las primeras que le hicieron un paro al gobierno de Macri”, remarca.
Según entiende, en aquel momento las distintas acciones iniciadas en defensa de la educación pública surgieron de abajo hacia arriba, es decir, fueron los reclamos del estudiantado los que hicieron mella en las autoridades institucionales e impulsaron las diversas asambleas y movidas artístico-culturales que decantaron en la toma de la UNRC que se extendió por nueve días.
“En el 2018 quienes estábamos estudiando en la universidad veníamos de la famosa ‘década ganada’, primera generación de universitarios en las familias, trabajadores estudiantes también. Se había recuperado la política como herramienta de transformación social. El estudiantado venía interpelado y sumamente sensibilizado con las luchas sociales, porque lxs estudiantes de los barrios éramos los que estábamos en las aulas de la universidad. De ahí que, a mi simple entender, cuando llega Macri al Gobierno y ante la más incipiente amenaza de la vuelta del Estado privatizador, la capacidad de respuesta fue inmediata”, sostiene.
¿Y qué pasa hoy? Micaela ve un estudiantado “hijo de la pandemia”, jóvenes que son amigos de los algoritmos y se alejan de la política porque la consideran mala palabra o sinónimo de corrupción. De ahí que exista una imposibilidad de hacerse cargo de las problemáticas sociales como individuo.
Además, las universidades no están al alcance de la gente de los barrios: “Se repite la historia de tener que salir a laburar para poder comer, y es impensado estudiar en este contexto”, indica.
Entonces, a la marcha federal de hace unas semanas se llegó de manera inversa: el estudiantado fue interpelado desde las cúpulas de las instituciones -como rectores, docentes, investigadores- y por científicos y trabajadores estatales que reclamaban también contra el brutal ajuste.
En el mismo sentido, Mayra identifica a nivel general una falta de conocimiento histórico y de perspectiva política en los estudiantes que habitan hoy la universidad. “Hay mucha gente que no tiene ni idea de cómo funciona el presupuesto para becas, para residencias, hay mucho desconocimiento”, afirma.
Rosa Cattana, actual coordinadora del Observatorio de Derechos Humanos de la UNRC y exdecana de la Facultad de Ciencias Exactas, también coincide en que hay una carencia en cuanto a formación política de la sociedad y conocimiento histórico, que se sumó al cansancio y la disconformidad de la gente con el gobierno anterior y una tendencia regional y mundial que está permitiendo que gobiernos de derecha lleguen al poder.
“Este gobierno está haciendo lo que dijo que iba a hacer, estoy segura de que va en contra de los intereses de la mayoría de la gente que le votó… en la misma universidad mucha gente le debe haber votado, muchos estudiantes que no estarían en condiciones de pagar un arancel. Me parece que eso es una falta de pensamiento crítico que tal vez haya que revisar en los planes educativos”, expresa.
La exdecana entiende que la política educativa tiene una parte de responsabilidad, pero no desconoce que la influencia de los medios y las redes es muy fuerte. “No es casual que en el gobierno de Macri, otro gobierno de derecha, hayan derogado la ley de medios. Lo que uno ve en los medios no ayuda a esa formación [política e histórica]. Las redes tampoco tienen una regulación y creo que son la herramienta que más está influyendo en el pensamiento, sobre todo de los jóvenes”, amplía.
La influencia de las redes digitales aparece como un punto central para entender por qué pasa lo que pasa en el país, más allá de la realidad que viven las universidades nacionales. Mayra habla de “discursos que prenden rápido”, muy cortos, sin profundidad, que circulan por ellas y más que informar, desinforman y eso los vuelve peligrosos. Por supuesto que no operan solos. La falta de respuesta a las demandas sociales por parte de gobiernos anteriores y el dar por sentado ciertos derechos también incide.
“El movimiento estudiantil está más tranqui porque por muchos años muchos discursos se dieron por entendidos y nunca se fortalecieron. Son cosas que tal vez por años las dimos por entendidas y, como autocrítica, tampoco hemos fomentado eso como estudiantes. Ni desde los Gobiernos con las políticas de educación, sino que se siguió una misma lógica y nunca se ha ahondado en eso. Entonces al no profundizar el conocimiento sobre la historia argentina discursos como los de Milei prenden rápido”, explica.
Recapitulando, se pueden rescatar algunos factores que generaron el contexto actual. Gobiernos ineficientes, medios de comunicación y redes sociales con mucha influencia y casi nula regulación, sociedades, y principalmente juventudes, sin demasiada conciencia crítica.
Las universidades nacionales recibieron, un día antes de la marcha federal, los fondos correspondientes al primer trimestre del año, pero no se sabe qué va a pasar en los próximos meses. Hasta ahora, el gobierno nacional no ha demostrado interés real por garantizar el buen funcionamiento de las instituciones educativas. Entonces, ¿cómo continúa la defensa de la educación pública?
Ante esta pregunta, Rosa recuerda que otros gobiernos de derecha han ido contra la educación pública universitaria anteriormente: “Durante la época democrática, en los ‘90 con Menem y la ley de educación superior hubo marchas y tomas de universidades, fue una movida grande. Ahí realmente la movilización logró que no se pusiera un arancel a las universidades. Y después en la época de De la Rúa, con el recorte que quiso aplicar Lopez Murphy (ministro de Economía por aquel entonces), a quien la movilización le terminó costando el cargo”.
Y añade: “Por eso creo que el tema de movilizarse siempre hay que hacerlo en defensa de los derechos, porque la historia nos muestra que si hay cosas que se han podido defender, ha sido en la calle”.
“Para mí la resistencia se basa en organización y debate. Ningún logro se consigue mirándose el pupo. Hoy se avala la meritocracia… y esto de ‘vengo a la uni a estudiar y me voy’. Bueno sí, pero si la universidad no tiene plata para cortar el pasto, u otras cosas mínimas, no podes entrar ni vos ni tus compañeres. Eso hay que pensar, en las cosas puntuales del día a día e ir todos juntos para el mismo lado. Organizándonos y yendo a las bases es como se sale. La idea es que venir a la universidad sea un derecho, no que se convierta en un privilegio. Se sale organizándonos, charlando lo que hay que charlar, debatiendo lo que hay que debatir y politizando los lugares que hay que politizar. No hay que hacer la vista gorda a la realidad por la que pasa la UNRC”, contesta Mayra.
Micaela considera que la marcha federal del 23 de abril, fue contundente y se tiene que seguir por ese sendero, demostrandole a la sociedad lo que pasa con y sin educación pública: “Quienes son gobierno de la Institución hoy tienen el desafío de salir del ámbito netamente académico, de hacer comprender con los cuerpos en las calles y por fuera del campus universitario, que la universidad en realidad tiene una gran incidencia en la sociedad. Hay que demostrarle a la sociedad toda la importancia y los alcances de los saberes universitarios, con las expresiones en sus diversas carreras, y el impacto en la vida cotidiana de la gente o la inversa, el impacto de la ausencia de educación en la sociedad. Para toda esta batalla, que es cultural, hace falta más que los cuatro claustros que gobiernan la Universidad, no se da en soledad, hay que hacerlo en conjunto con los otros espacios de la ciudad, gremios, sindicatos, organizaciones barriales, vecinos, etc.”.
Queda claro que lo que pasa con las universidades nacionales es más que una cuestión presupuestaria. La realidad obliga a pensar nuevas formas de defender un lugar clave para el desarrollo personal y colectivo. Ese que si no fuese público sería inalcanzable para la mayoría de la sociedad.