Cuidar y amar son las apuestas. Lo leí hace un tiempo en un libro de la Peker y lo escribí en un papelito con un corazón al final de la oración para no olvidarlo nunca.
La pandemia puso en evidencia que sin cuidados no vivimos, que la fragilidad es parte de nuestras vidas y que las necesidades no nos hacen débiles sino humanxs.
En el pasado, el cuidado era una tarea que se ejercía en la comunidad. Con la llegada de la modernidad, del capitalismo feroz y de la división sexual del trabajo las tareas de cuidado no solo se feminizaron sino que también se concentraron en una sola persona. Las feministas lo sabemos, nadie puede negarlo, pero lo capitalizamos y armamos redes de cuidado porque a nosotras no nos cuida la policía, sino nuestras amigas. Tenemos la llave del departamento de la que vive sola, por si le pasa algo. Esperamos hasta que todas/es lleguen a la casa para dormirnos, juntamos guita si alguna no llega a fin de mes o vamos a cocinarle algo rico cuando una está enferma. Creamos redes para cuidarnos, amarnos y darle espacio a lo que duele.
Porque la fragilidad es bienvenida: nos muestra de carne y hueso. No podemos construirnos en relación a otres creyéndonos autosuficientes. Necesitamos de otrxs para desarrollar nuestras vidas. Y ahí, la clave es el cuidado.
Podemos entender el cuidado en dos sentidos: Quienes cuidan (las mujeres y los cuerpos feminizados) y quienes tienen derecho a ser cuidadxs (todes, de diferente manera según la etapa de la vida). Y entonces son necesarias políticas públicas que garanticen derechos a quienes históricamente se hicieron cargo de cuidar: las madres, abuelas, mujeres al frente de los merenderos y las profesiones feminizadas como la enfermería o la docencia. Políticas públicas en las que el cuidado sea un valor central: cuidado de las niñeces y lxs adultos mayores; cuidado de las víctimas de violencia de género o de las personas que perdieron su hogar por una lluvia que arrasó con todo.
Según la última Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo realizada en 2013 (se realizará nuevamente entre octubre y diciembre de 2021) que hace un relevamiento, dentro del binarismo mujer/varón, de la cantidad de horas que las personas dedican al trabajo doméstico no remunerado, las mujeres realizan el 76% de tareas de limpieza de casa, aseo y arreglo de ropa, preparación y cocción de alimentos, compras para el hogar; reparación y mantenimiento de bienes de uso doméstico y cuidados de otres.

El 88,9% de las mujeres las realizan y dedican a este tipo de labores un promedio de 6,4 horas semanales. Mientras tanto, sólo el 57,9% de los varones participan en estos trabajos, a los que les dedican un promedio de 3,4 horas semanales. El trabajo doméstico no remunerado es importantísimo en la medición del PBI de nuestro país. La Dirección de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía, realizó una estimación (2020) de cuánto aportan las TDCNR al sistema productivo: un 15,9% del PBI. Si tomamos una de las formas de leer este índicador (por la relación en su composición), es el sector que más aporta seguido por la industria (13,2%) y el comercio (13,0%).
La Asignación Universal por hijx, el Programa de reconocimiento de aportes por tareas de cuidado, la Ley Brisa de reparación económica para niñas, niños y adolescentes víctimas de violencia familiar o de género, el Plan Nacional de Primera Infancia, la Tarjeta AlimentAR, entre otras, son indispensables para garantizar los derechos de quienes reciben cuidados como a quienes los proveen. Queremos un Estado feminista, que use las herramientas democráticas para reducir las desigualdades y proteger a todes.
En el escenario actual pos pandemia, donde parece primar la individualidad, es imperiosa la implementación de una agenda feminista de cuidados y protección social para paliar las desigualdades que quedaron, pero también para avanzar hacia un futuro más empático y amoroso, donde las necesidades no sean el enemigo de nadie.
El trabajo de cuidado es esencial para el desarrollo de la vida humana, es sostén de la vida y piedra angular de la economía y de la sociedad: nada de lo que conocemos existiría sin una mujer detrás cuidando. Buenísimo, lo sabemos, ahora repartamos la torta de las tareas y reconozcamos el laburo.
Las feministas lo sabemos: cuidar y amar siguen siendo las apuestas.
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