Callamos. Otorgamos. Reprimimos. Disimulamos. ¿Estamos cómodos con nuestra masculinidad? Si es que es realmente nuestra. ¿Qué es la masculinidad? ¿Todos tenemos la misma? Animémonos a pensar juntos estos interrogantes. No hay respuesta correcta.
- Masculinidades en Primera Persona es un espacio de escritura pícaro para reflexionar entre varones sobre las diversas formas de experimentar la masculinidad. “Quisiera que me sostengan” es su primera publicación. Sumate a este experimento de escritura libre 😉 Nos hablamos en holapicara@gmail.com
—“La tenés que levantar. Bancatela, salame”.
Todos los otros lo hacen con una naturalidad envidiable. Las agarran, las revolean por los aires. Se divierten. “Y yo acá temblando por no aguantar cincuenta kilos sobre mis rodillas”. Al final acá pasa lo mismo que en el fútbol de la secu. Ese dedo seleccionador que nunca llega. O peor. Que llega cuando no les queda otra. “Anda al arco”, gritaban. Recuerdos que aparecen otra vez. Parecía que no iban a volver.
La acrobacia no es más que un juego de roles. Hay fuertes, que son lxs que sostienen; y volantes, lxs sostenidos, ágiles y flexibles. “Los chicos hacen de fuerte y las chicas de volante”, dice el profe. Suspiro, cierro los ojos y me tiro en la colchoneta.
¿Alguna confiará?
Lo dudo.
Pero se acerca alguien. “Que no me lo pregunte”, pensaba con la mandíbula apretada. “¿Me aguantas?”, me dice con una sonrisa afable. Me levanto tratando de caretear la incomodidad. Me pongo en posición y la agarro de los antebrazos. (No tiembles). Ella apoya con delicadeza el primer pie sobre mi rodilla. Pega un salto corto y posa el otro pie en mi otra rodilla.
Me tambaleo un poco pero logro sostenerla. Me mira y sonríe, dejando ver todos sus dientes. Pero la leve dosis de seguridad no tarda en irse. Era obvio. Espasmos sostenidos empiezan a viajar desde mis piernas hacia mis brazos y mi torso. Me pongo colorado. El cuello se tensa y la vena de la frente emerge. Una gotita se pasea por mi oreja. El agobio me mata. La suelto con toda la dulzura que puedo permitirme y cae con un movimiento sutil. Me mira, lejos de ser condescendiente. “Bien ahí, wachi” me dice sonriendo mientras me choca el puño. Se va con un andar grácil y me quedo parado sin saber qué esperar.
¿Me tengo que sentir satisfecho? ¿Tengo que seguir intentando? ¿Me amoldo a eso que todos esperan de mí? Sentir la evaluación constante abruma. Porque todo es competencia. Quien es mas fuerte. Quien se la banca más. Quien es el más firme. Pero ¿Qué pasa si no queremos eso? Si queremos ser los sostenidos y no los que sostienen, ¿Cuál hay? “Ahh pero eso es de…”. ¿De qué? ¿Quién y que me define? ¿Ellos o yo? Somos seres históricos, dinámicos, sociales. No somos ubicuos. Somos diversidad manifiesta en el cuerpo. Seamos quienes decidimos ser.

Feminismo detonante
La construcción histórica y constante de las identidades feministas abre puertas hacia nuevos cuestionamientos. Comenzamos a poner en duda concepciones sociales añejas, axiomáticas. Arraigadas a modelos sociales y culturales naturalizados. Guillotinas que cercenaron la diversidad humana a lo largo de toda la historia. Y que lo siguen haciendo. Pero acá estamos nosotrxs. Lxs Pícarxs. Lxs protagonistas de los cambios. Lxs que estamos al pie de las luchas sociales. Lxs empoderadxs que nos levantamos en contra de los estándares y en pos de la pluralidad. “Somos lxs preocupades por las formas de habitar el mundo y tenemos la responsabilidad de cambiarlo todo” (Lean el manifiesto Pícara <3)
Los movimientos feministas nos aportan una riqueza de experiencias interpeladoras. Núcleos sensibilizadores, disparadores para repensarnos. No hay receta, no hay un manual de deconstrucción. Hay herramientas. Está en nuestra cotidianeidad, está en observar, en compartir, en la introspección, en la curiosidad. “Los hombres, para deconstruir su masculinidad, deben prestar atención a los sujetos que hemos transitado por modelos no-legitimados”, dice Jokin Azpiazu Carballo, sociólogo y activista, en su libro Masculinidades y Feminismo. Porque también esto es parte de la complejidad e integralidad del proceso. Salirnos de la heteronormatividad, ampliar el foco de la discusión. No hay una forma única de experimentar la masculinidad. El espectro es ancho.
Desde Pícara buscamos interpelar, incomodar, ser motor de reflexión. Desde posiciones responsables y comprometidas. No desde la victimización. ¿Somos víctimas del patriarcado? Sí, nadie lo discute. La cuestión está en qué hacemos con esa situación. Nosotrxs, preferimos cuestionar. No es lo mismo una víctima que una persona que se victimiza. Regodearse en la victimización no produce el quiebre. Al contrario. Nos estanca, nos estorba. La victimización es una estrategia hostil hacia lxs que realmente estamos interesadxs en la transformación social y personal. “Sería una locura pensar que los hombres nos reunimos porque nos sentimos oprimidos. Podemos sentirnos oprimidos, pero no podemos olvidar que pertenecemos al bando opresor” dice Carballo. El sociólogo recalca la importancia de generar espacios de incomodidad y de susto. Visibilizadores de la realidad desigual. El confort y la seguridad es una constante histórica en el hombre. “Para contrarrestar esta tendencia hemos de poner el acento, más que en las inconveniencias, en los privilegios de ser hombre”, expresa Carballo. Pero cuidado. No hay solución mágica. La deconstrucción está en permanente proceso de devenir. No hay un 100%, no hay un techo. Estamos atadxs al eje del tiempo. Por este motivo los criterios con los que nos pensamos deben resignificarse constantemente.

Imaginario construido
Tanto la masculinidad como la feminidad son construcciones culturales. No surgieron naturalmente. Su aprendizaje y reproducción están ligados directamente a las instituciones sociales: el Estado, la familia, la religión y los medios de comunicación. Todos estos significados se van retroalimentando y reforzando mutuamente, moldeando nuestras formas de sentir, percibir, actuar y de representarnos. Así es como nos movemos dentro de una masculinidad hegemónica invisible. Con sus lógicas de dominación, autoridad, superioridad, fortaleza emocional y física. Estereotipos que se evalúan sistemáticamente, sin descanso. Si flaqueas en algunos de estos puntos… de alguna forma te lo hacen notar. Esta es la masculinidad como medida de lo normal. Lo que todo hombre debe cumplir para ser un verdadero hombre frente a la sociedad.
No hay un techo de deconstrucción. Ni una sola forma de experimentar la masculinidad. Y esto siempre fue así. No hay que tener una mirada esquemática sobre la diversidad en masculinidades. ¡Ojo! Tampoco se trata de erigir una nueva hegemonía. Transitamos un camino que empezó a construirse hace relativamente poco. Son las incomodidades las que nutren el andar. Recién es la punta del ovillo. Tenemos que seguir tirando del hilo que todavía queda mucho. Y no nos hagamos los otros. Todos estamos involucrados en esto. Los privilegios no van más. Ganemos libertades para todas, todos, todes y para nosotros mismos.
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