El movimiento feminista es muy diverso y hoy, desde sus propias prácticas de resistencia, las adultas mayores cuestionan los estereotipos de género y marchan en las calles contra la violencia junto a las más jóvenes. La intergeneracionalidad es un encuentro de experiencias diversas de distintas generaciones que se encuentran en un movimiento político que reclama la visibilidad de nuestras identidades.
El feminismo tiene que ser intergeneracional porque nosotras sabemos que somos parte de una larga historia donde otras nos abrieron la puerta para que hoy conquistemos otros espacios y derechos. Y sabemos también que las conquistas no son definitivas, y tenemos que defender nuestros derechos con uñas y dientes.
¿Las necesidades de las adultas mayores han estado en nuestras agendas feministas? ¿o en las agendas mediáticas? ¿o en las cenas familiares? El capitalismo y el patriarcado insisten en que la vejez “no tiene remedio”. Las viejas son vistas como objetos de descarte y no encontramos (suficientes) políticas públicas que garanticen la vejez digna.
La esperanza de vida de los hombres cisgenero es siete años menor que la de las mujeres cisgenero. En promedio las mujeres viven ochenta años y los hombres setenta y tres años. Rosa Cattana, miembro de Arrugas Más Arrugas Menos dice: “Las mujeres vivimos más pero, en general, vivimos con más achaques, la calidad de vida que tenemos no es buena, debido a los cambios hormonales y el desgaste que produce el trabajo de las mujeres”.
La cosa es un poco distinta (y más alarmante) para la comunidad travesti trans: en Argentina, la esperanza de vida de las personas trans es de 40 años. En el año 2021, las que han superado los cincuenta años son menos de 450 personas, según datos del Archivo de la Memoria Trans. La vejez es casi una utopía.
Las organizaciones continuan exigiendo al Estado el reconocimiento del genocidio, violencia y persecución sistemática sobre la comunidad, a través de la promoción de políticas de reparación y memoria trans.
Ni una jubilada menos
En el informe “Recomendaciones básicas para el ejercicio del periodismo sin discriminación por edad”, realizado por la organización AMAM, se recomienda usar el término “jubilada” solo cuando se hable de temas previsionales, ya que la jubilación no es patrimonio exclusivo de las personas mayores y su uso fuera de ese contexto es una manera de reducir la identidad de la persona mayor a sólo este aspecto. Atendiendo a esta aclaración, en este apartado queremos aportar datos sobre el sistema previsional argentino y sus brechas de género.
Recién en 2005 iniciaron en Argentina los Planes de Inclusión Previsional (PIP) y “se trató de una medida nacida en el marco de la emergencia socio económica heredada de la crisis de 2001 en nuestro país, que retomaba instrumentos como la jubilación anticipada o las herramientas de los planes de pago para cancelación de deudas de aportes (moratoria)” según este informe de la Universidad de La Plata.
Esta primera moratoria, abierta entre 2005 y 2007 (aunque extendida más allá de ese plazo por vigencia de la ley 24.476), significó el ingreso a la cobertura previsional de alrededor de 2.5 millones de personas. De ellas, el 78% fueron mujeres.
Dicho en otros términos: casi el 80% de la primera moratoria -es decir, alrededor de 2 millones de los 2.5 millones totales de personas incluidas- fueron mujeres. Mujeres que históricamente habían estado excluidas de este derecho al que, cuando accedían, lo hacían de modo derivado a través de las pensiones por viudez.
Actualmente, en el sistema jubilatorio de Argentina el 80% de personas que cobran la jubilación mínima son mujeres. ¿Qué gastos puede cubrir una persona con una jubilación mínima? En la vejez se agudizan las desigualdades que vivimos en la juventud: “Si una mujer se quiere separar del marido no puede, porque con la jubilación mínima no se vive… Ese es un problema que hay que poner en debate. El sistema jubilatorio argentino está centrado en el hombre proveedor del hogar” dice Cattena.
¿Qué alternativas tenemos a mano para este panorama? En el año 2020, Gabriela Cerutti presentó un proyecto de ley contra el edadismo, que busca impedir la estigmatización y discriminación por motivos de edad para promover acciones que garanticen una vejez plena de derechos.
Algunos de los objetivos del proyecto son: establecer la necesidad de desarrollar medidas de acción positiva para revertir la desigualdad que sufren algunos colectivos sociales por razones de edad, establecer Currículums Ciegos: sin edad y sin fotos personales, con el objetivo de evitar la discriminación por edad en el empleo, promover el acceso al trabajo a personas discriminadas en razón de su edad mediante regímenes de promoción y cupos, entre otros.
(Podes conocer más sobre el proyecto acá: https://n9.cl/ymojf)
El proyecto aún no fue tratado por el Congreso.
También, en el año 2022, La Cámara de Diputados de la Nación convirtió en ley el otorgamiento de jerarquía constitucional a la Convención Interamericana sobre Protección de Derechos Humanos de las Personas Mayores. Esta ley ubica a la convención al nivel de alcance de los tratados internacionales sobre derechos humanos y otorga mayor reconocimiento en materia de derechos hacia las personas mayores.
En Río Cuarto, el último 8M llevó la consigna: “Los aportes que nos faltan los tiene el patriarcado. Ni una jubilada menos”. El flyer de la movilización nos mostró a la “jubilada más famosa del país”, Norma Plá, militante argentina que peleó por la jubilación digna para todes. Esta es otra forma de reivindicar y recordar de dónde venimos; haciendo memoria de las primeras en ser tildadas de locas y quilomberas por imaginar un mundo mejor.
¿La belleza duele?
El capitalismo y el patriarcado priorizan un tipo único (e imposible) de belleza: la delgadez como sinónimo de éxito, el “blanqueamiento” de nuestros rostros, la juventud eterna.
La violencia estética tiene una dinámica clara: nosotras sufrimos la belleza y ellos la disfrutan. “A las mujeres se las convirtió en consumidoras de belleza, creadoras, hacedoras, representantes de lo bello. A los hombres se los convirtió en receptores de la belleza, espectadores de lo bello” dice Esther Pineda G. en su libro Bellas para morir.
La violencia estética se nos imprime en nuestras subjetividades desde que somos muy niñas y se agudiza en la adultez con la exclusión y negación de los cuerpos y experiencias de lxs adultxs mayores en la escena pública.
Existe una premisa del marketing y la publicidad que reza que cuanto más angustiadxs estamos con nosotres mismxs, más deseos e impulsos tendremos de consumir.
Cremas antiage, inyecciones y pinchazos en toda la cara para no envejecer, tinturas para cubrir las canas, etc: la vejez pareciera ser el enemigo número uno de las mujeres. Aunque nosotras sabemos que el enemigo está en otro lado…
¿Qué consumos alimentan representaciones apropiadas (no-violentas) de la vejez? En los medios de comunicación encontramos poca oferta. Pero siempre tenemos pequeños huecos de resistencia. Te dejamos algunas piezas comunicacionales y artísticas que promueven una imagen alternativa de la vejez.
Publicidad de la marca de preservativos Tulipán.
iLe – Te Quiero Con Bugalú : https://www.youtube.com/watch?v=X8gPxMd0byQ
Archivo de la Memoria Trans: Valijas (capítulo 1) – Canal Encuentro: https://www.youtube.com/watch?v=NJDgZiQThdk
Aunque invisibilizadas por quienes cuentan la historia, las adultas mayores siempre han estado en los movimientos sociales. Desde las Abuelas de Plaza de Mayo hasta las madres que se ocupan de que no falte un plato de comida en los hogares.
El posicionamiento de la vejez en la agenda politica y feminista se debe a que muchas feministas históricas, hoy son viejas y a que en las calles, los feminismos son intergeneracionales: hoy nos encontramos con cada vez más adultas mayores militando una vejez digna al ladito y cerquita de les jóvenes, las niñas/es y adolescentes. Este intercambio reconoce la experiencia de las mayores y la violencia que vivieron en un contexto machista. El encuentro entre generaciones fortalece el movimiento feminista.
Los feminismos serán intergeneracionales o no serán.