Una producción para Entramadxs, Dossier de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNRC.
Entre banderas y consignas, caminábamos por las calles de la ciudad convencidxs de que había que defender el derecho a la educación pública, gratuita, inclusiva y de calidad. “La educación no se vende, se defiende” se gritaba con fuerza en cada tramo del recorrido. Ese 30 de agosto de 2018, Río Cuarto vivió una de las marchas más masivas de los últimos tiempos, marcharon más de 5 mil personas, lo cual puso en manifiesto la preocupación y ocupación por defender no sólo la educación pública, sino otros derechos humanos fundamentales.
El contexto social, político y económico que atravesaba el país, nos empujó a poner en la agenda pública y social, la falta de presupuesto y los indignos salarios docentes, al mismo tiempo, insistir también con las problemáticas relacionadas a la salud, el trabajo, la vivienda y las desigualdades de género. No sólo (re) aparecimos lxs estudiantes organizadxs sino que el reclamo tomó fuerza por la participación y confluencia de diferentes actores y sus experiencias que se hicieron parte de la lucha. Muchos y muchas teníamos la convicción de que estar ahí, ocupar la calle, movilizarse y visibilizar el reclamo, era trascendental.
Esto no ocurrió de la nada sino que fue posible gracias a un contexto previo de participación y organización: clases en espacios públicos, paro docente, el abrazo simbólico a la universidad, la conformación de asambleas por carrera. A su vez, a nivel nacional también se estaban dando, en paralelo, marchas, clases públicas, establecimientos educativos en toma y universidades movilizadas.
En medio de ese clima de ebullición, ese mismo día, se aprobó en una asamblea interclaustro que la Universidad Nacional de Río Cuarto se iba a tomar. Entendíamos que debíamos accionar de manera contundente: tomar la universidad y sumarse al plan de lucha con las más de 20 universidades del país que también estaban tomadas. Esa fue la herramienta que permitió a la comunidad universitaria y a la sociedad toda, visibilizar que la educación estaba en peligro.
Así la universidad se llenó de pueblo. Se llenó de discusiones, de debates, de escucha. De contenidos y aprendizajes. De participación a través de asambleas largas y multitudinarias, con sectores de la ciudad que por primera vez pudieron pisar el campus universitario.
La educación, no sólo es un derecho humano fundamental, es la herramienta que posibilita la transformación social. Es aquello que nos permite construir y sentar las bases para una sociedad justa e igualitaria en donde todxs podamos tener los mismos derechos y oportunidades.
A 40 años de democracia frente a discursos de odio y que priorizan lo individual por sobre lo colectivo, se sigue poniendo en duda el valor de lo público. Pero, ¿qué entendemos por lo público? ¿qué valores y sentidos le otorgamos? Nosotras pensamos a lo público como el bien común, lo que posibilita el bienestar colectivo, lo que garantiza el acceso a derechos. Ahora bien, ¿es posible construir sociedades más igualitarias sin defender lo que es de todxs?
Para profundizar la democracia, necesitamos construir consensos sobre la sociedad que queremos. Necesitamos revalorizar y resignificar lo público. Apropiarnos de los derechos conquistados para defenderlos, ampliarlos y mejorarlos para que estos sean garantizados con presupuesto y de calidad, con salarios dignos para lxs trabajadorxs y que sean accesibles para todxs.
Viu, E. (17 de septiembre 2018). “Relato de una toma”. La Tinta https://latinta.com.ar/2018/09/17/relato-de-una-toma/